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domingo, 8 de diciembre de 2013

El cansino problema catalán

Por si me leéis por primera vez comentaros que soy un andaluz que llevo 34 años en Catalunya, más años que muchos catalanes nacidos aquí y me siento catalán.
Desde que Mas decidió darle un giro independentista a su política, no porque se iluminara si no porque pensaba que le iban a dar un rédito político que hasta el momento no le han dado y dudo que le den, el discurso sobre la independencia, el federalismo, el referéndum invade nuestro día a día con más asiduidad del que me gustaría. No eludo el tema, es necesario hablar de ello, pero si me molesta y mucho, que se coloque en el primer lugar de las necesidad del pueblo cuando no es así. Utilizan el discurso del independentismo como si eso fuera la solución a todos los desmanes que los dos gobiernos de derecha nos infringen. Queremos políticas sociales, educación y sanidad pública de calidad, políticas de fomentar el empleo, subir impuestos a los ricos, justicia independiente, enchironar a todos los políticos corruptos. Esa y no otra es nuestra prioridad.
Dicho esto, no soporto que alguien de fuera de Catalunya que nunca haya estado opine del problema al que se somete al castellano parlante. Señores, es admirable la política lingüística catalana que permite a los niños aprender bien dos idiomas y se trata exquisitamente al de fuera. ¿Qué la ley dice que Catalunya es España? Si, es así, pero, ¿no hay que tener en cuenta lo que opina de eso la gente que vive aquí. Y esto va para los dos bandos.
Yo quiero una Catalunya es España, pero en una convivencia amiga, ni unos echando en cara el pasado opresor, no otros diciendo que Catalunya se ha de quedar por el artículo 33, en vez de intentar analizar el singularismo catalán y poder darle su espacio. Catalunya se quedará junto al resto del Estado, si el resto del Estado demuestra que quiere a Catalunya, pero no es una relación de fuerza, si no en una relación de amistad, de corazón.
 
Un mensaje para los independentistas intolerantes, que los hay y muchos: gente que como yo quiere un marco de convivencia amistosa entre ambas partes los hay y bastantes. Porque existimos muchas personas que tenemos todas las banderas o ninguna, que nuestro himno es el de la paz, y que nuestra frontera es tan grande o tan pequeña como el respeto a la persona que tienes al lado sentada en el metro. No creo en las fronteras, no creo en los límites, no creo en las diferencias, creo en la convivencia, en el respeto y en la igualdad. Lo siento, ni soy españolista, ni soy independentista, soy federalista y republicano. Cambiemos la Constitución demos el marco necesario para la convivencia justa, y echemos a los verdaderos enemigos de todos, a los corruptos y a los insensibles ante las diferencias sociales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Catalunya será de quienes los catalanes quieran que sea. Es una frase que hay que repetirse sin dejar, no obstante, a los españoles fuera de la decisión. La solución, como bien dices, es la unidad y la decisión. No me refiero a esa "unidad" que llaman los españolistas a permanecer en España agarrándose a un clavo ardiendo. Hago referencia a la unidad de los catalanes y los españoles en un proyecto común que ahora mismo es inexistente.

Un proyecto capaz de dedicar su plena atención a las demandas que Catalunya reclama desde hace ya tiempo. Si bien la Constitución en su artículo 2 aboga por la "indisoluble unidad de la Nación", habría que fijarse en otros muchos, como por ejemplo el Art. 2, que dice: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado". Los ciudadanos tienen en poder la soberanía, la decisión final del Estado. Es obvio que este no queda muy claro a los políticos.

Me ha llamado especialmente la atención que te definas como un independentista intolerante. Tu postura, en la humilde opinión del servidor, es la acertada, la reconciliadora. Visto está que para muchos esto es una mera utopía.

Un abrazo, @adriantsn