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martes, 7 de abril de 2015

Hacia una política de personas, no de partidos

Históricamente la política lleva muchos años que se basa en la división de partidos de derechas y de izquierdas, y esa tesitura ha marcado el deambular de las ideologías del ciudadano de a píe durante muchos años. Esa diferencia estaba marcada por los orígenes de cada rama, que hasta nuestros días han tenido sus rasgos diferenciales, que no voy a enumerarlos porque todos los conocéis.
Lo cierto es que, desgraciadamente, esas diferencias cada vez tienen menos sentido, porque aunque los programas políticos se diferencian claramente, luego llega la hora de la verdad, el gobierno, y las diferencias se diluyen mucho más de lo que nos gustarían a los simpatizantes de izquierda. Llega el momento de gobernar, y aunque en los derechos sociales existen diferencias, a la izquierda le entra pánico escénico y se termina "derechizando", eso sin mencionar que el poder corrompe, independientemente del color político.
Es por eso que cada vez siento que mi ideología política se dirige más hacía personas y no hacía partidos. Lo siento, el PSOE ya no tiene carta blanca en mis votos, se los tiene que ganar y no será siempre. Siento que ahora son las personas las que tienen que ganarnos, que ganarme, porque los que hacemos las cosas importantes en la vida somos las personas y no las entidades. Aunque suene casi imposible, hasta para mi, creo que alguien de cualquier partido aunque sea el mismo PP puede hacer buena política, sólo tiene que ser persona y entender las necesidades de la gente.

¿Por qué será que los independientes transmiten más credibilidad? Foto: zoomnews

Por razones obvias, esto es muy evidente en las próximas elecciones municipales, y un claro exponente de lo que pienso es Manuela Carmena. La he escuchado antes y después de conocerse que es la candidata de Podemos a la alcaldía de Madrid y esta mujer me ha cautivado, ¿Por qué? Porque es persona, no política, y se le nota que siente y cree lo que dice y que lo que realmente le preocupa no son las siglas del partido, sino a las personas que quiere representar. Quiere servir al pueblo, no servirse y esa es la clave. Saber comunicar y transmitir sinceridad. Si estuviera en Madrid no dudaría en votarla, y eso que de entrada Podemos no me convence, pero ella no es Podemos, es Manuela Carmena. Esas mismas razones son las que me harían votar a Ángel Gabilondo para la Comunidad de Madrid, otro exponente del humanismo, no del partidismo. Señores políticos, trabajen el discurso, siéntanlo, vivan lo que dicen, y hagan por conquistar nuestro corazón con credibilidad. Dejen el discurso de acento y cancioncilla y lleguen a nuestro corazón.
A partir de ahora mi corazón dictará mi voto, y cuando escuche que un político, cuando habla, me pone la piel de gallina, porque me emociona, me llega, a esa persona votaré, porque sentiré que no me está engañando. Ya se ha terminado la época de escuchar lo que quiero escuchar, ha llegado la época de escuchar lo que siento como verdad. Y por ahora, ni Pedro Sánchez, ni Mariano Rajoy, ni Pablo Iglesias, ni Albert Rivera, ni Rosa Díez ni Alberto Garzón han ganado ese corazón, pero eso es parte de otra guerra...

2 comentarios:

Daniel Benítez dijo...

Creo que, efectivamente, cada vez hay más personas que se guían más por las personas que por las siglas. Se necesitan personas competentes pero también honestas. Se necesitan personas que estén en la política para servir al pueblo y no servirse del poder. Se necesitan personas que dediquen un tiempo relativamente breve de su vida a la política y no a personas que no tengan otra forma de ganarse la vida más que transitando por las diferentes estructuras de la administración pública. Al final, veo muy pocas personas en las estructuras de poder que merecen dirigir nuestros destinos. En parte, nosotros somos responsables y tenemos lo que merecemos. Hay que expulsar, democráticamente, mediante las elecciones, a tanto corrupto y a tanto personaje que, sin serlo, lo ha permitido por acción o por omisión.
Estoy contigo de acuerdo, Miguel Ángel.

Miguel Ángel dijo...

No sólo estoy de acuerdo, sino que todo el mundo debería de estarlo. De todo esto sólo podemos salir nosotros mismos.
Un abrazo Daniel,